2. El empresario

Tradicionalmente, el empresario se consideraba como la persona que daba vida a la empresa, que coordinaba y dirigía el proceso productivo arriesgando en ello su capital. En esta definición, las figuras del empresario y del propietario de la empresa se identifican, pues en el pasado los dos aspectos coincidían en una misma persona.

Pero hoy, sobre todo en las grandes empresas, el propietario (socio capitalista) se distingue del empresario (quien la dirige).

En esta evolución, ha habido una serie de aportaciones teóricas que han ido configurando la figura del empresario tal y como la entendemos en la actualidad.

A. LAS TEORÍAS SOBRE EL EMPRESARIO

El empresario en el pensamiento clásico. Durante mucho tiempo, se identificó al empresario con quien aportaba el capital (propietario) y, consiguientemente, el beneficio se consideró la recompensa por el capital aportado.

Para los economistas clásicos (Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill), el empresario era el capitalista o propietario del negocio, quién lo dirigía personalmente y quién asumía el riesgo de su inversión.

Hasta mediados del siglo XIX, los economistas no empezaron a diferenciar la figura del empresario de la del capitalista. Marshall (1890) fue uno de los primeros en hacerlo y, en este sentido, realizó una aportación fundamental, al asignar al empresario el papel de coordinador del proceso productivo, elevando la función empresarial a la categoría de cuarto factor de producción, junto con la tierra, el trabajo y el capital.

Para Marshall, el beneficio era la retribución que se obtenía por esta función de coordinación.

El empresario-riesgo de Knight. En el siglo XX, se formularon las modernas teorías del empresario. Una de las primeras aportaciones fue la de Knight (1921). Para este autor, el riesgo es lo que define al verdadero empresario.

La actividad del empresario supone anticipar el pago de los factores productivos (salarios, materias primas, etc.) a cambio de unos hipotéticos ingresos futuros (por las ventas que realice) que desconoce, ya que pueden darse cambios en la demanda que no pueden preverse con seguridad.

Ante una demanda incierta, la producción se realiza en función de previsiones que pueden ser acertadas o no. Si son acertadas, se conseguirán beneficios, pero si son erróneas, habrá que soportar pérdidas.

Por tanto, para Knight, la esencia del empresario es la incertidumbre sobre las consecuencias de sus decisiones. De ahí que el beneficio lo considere como el premio o la recompensa por asumir ese riesgo.

El empresario innovador de Schumpeter. Este autor propuso la concepción más original del empresario (1942), al considerar que ser empresario era ser innovador, es decir, ser capaz de inventar un nuevo producto o una nueva forma de producir y conseguir, así, una situación de monopolio temporal y unos beneficios extraordinarios. A medida que otras empresas imiten esa innovación, los beneficios disminuirán.

La innovación constituye, por tanto, la esencia misma de la función empresarial y el empresario se convierte así en un elemento esencial del sistema, ya que la innovación y el progreso técnico son los factores básicos del crecimiento de la economía.

El beneficio se justifica como el premio o recompensa que percibe el empresario por su aportación al progreso tecnológico y económico.

El empresario como tecnoestructura de Galbraith.  Para John Kenneth Galbraith (1967), las grandes empresas actuales son tan complejas que ya no pueden ser dirigidas por una sola persona, sino que requieren una dirección colegiada que integre profesionales expertos en las distintas áreas (economistas, ingenieros, abogados, etc.).

Este grupo dirigente, que Galbraith denomina tecnoestructura, constituye un nuevo centro de poder dentro de la empresa. Y como quien realiza el papel del empresario no es el propietario, sino este equipo de directivos profesionales, se produce un cierto conflicto en los objetivos empresariales: los accionistas persiguen la obtención de los mayores beneficios para su inversión, mientras que los directivos tienen unos objetivos más amplios, tanto económicos (crecimiento, eficiencia, etc.) como personales (remuneración, seguridad, poder, prestigio, etc.).

El empresario como descubridor de oportunidades. Kizner (1973) destaca que la esencia del empresario es su “estado de alerta” para descubrir en el mercado oportunidades no detectadas hasta entonces. Según este autor, una de las principales funciones del empresario está en intuir y aprovechar estas oportunidades.

B. EL EMPRESARIO EN LA REALIDAD ACTUAL

Hoy, las empresas tienen que enfrentarse a un entorno caracterizado por su complejidad y dinamismo como consecuencia de dos circunstancias:

–          El aumento del tamaño de las empresas, cuya propiedad se reparte entre numerosos accionistas.

–          Los cambios tecnológicos y sociales, la globalización de los mercados y el fuerte incremento de la competencia.

Estos hechos están favoreciendo un proceso de “profesionalización” del empresario, que debe planificar, organizar, dirigir y controlar la actividad empresarial con independencia de que sea o no el propietario. Especialmente en las grandes empresas, la propiedad está repartida entre una gran cantidad de accionistas y controlada por un consejo de administración. Este consejo suele delegar en un equipo de directivos profesionales, que son los que realmente dirigen la empresa y que, con frecuencia, gozan de un poder superior al de los propietarios. Por el contrario, en las pequeñas empresas, sobre todo en las de tipo familiar, propietario y empresario suelen coincidir en la misma persona.

En resumen, hoy se considera al empresario como un profesional de la dirección (Galbraith), impulsor del progreso económico (Schumpeter), descubridor de nuevas oportunidades (Kizner) y que arriesga su capital o su prestigio si la empresa no obtiene buenos resultados (Knight). Además, la visión estratégica y el liderazgo de recursos humanos aparecen como nuevas claves del empresario moderno.

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